Venerable Karma Lekshe Tsomo

20150703-Ven.-Karma-Lekshe-Tsomo-Penggerak-Sakyadhita-yang-Sangat-TerpelajarVen. Karma Lekshe Tsomo ya tenía una religión en su juventud en Malibú: el surf. Pero como sus compañeros de clase siempre se burlaban de su apellido, Zenn (“¿Eres budista o qué?”), tomó prestado un libro sobre budismo para saber de qué iba y supo al instante que eso era lo que ella quería. Después de ordenarse en 1977, se dio cuenta en seguida de que las monjas tibetanas vivían en condiciones pésimas. Hace casi 30 años empezó un proyecto para ofrecer educación a las monjas, cosa que en aquella época se consideraba en el mejor de los casos una pérdida de tiempo. Es cofundadora de Sakyadhita y fundadora y directora de la Fundación Jamyang, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la educación de las mujeres del Himalaya. En cierto modo, la chica californiana ha cerrado el círculo: ahora vuelva a vivir en California, donde es profesora de budismo en la Universidad de San Diego. Pero siempre que puede va a visitar a «sus» monjas de los quince centros de estudio situados en varios lugares del Himalaya, los cuales no existirían si no fuera por su esfuerzo infatigable. (Texto extraído de www.dakinipower.com/karmalekshetsomo)

He aquí un fragmento de su libro Mujeres, espiritualidad y cambio social (Plecs budistes, 2013):

La mayoría de las imágenes que representan el Despertar son masculinas. Por lo tanto, si hablamos de transformar la violencia o la discriminación de género, ¿cómo podemos concebir estas imágenes como punto de partida? No parece muy realista imaginar un tipo de compasión inclusiva de género cuando la mayoría de imágenes de la perfección humana son masculinas. ¿Cómo podemos transformar esta sabiduría y compasión limitada a un género específico en una compasión y sabiduría universal más inclusivas? ¿Cómo transformamos los prejuicios sociales de las sociedades budistas que consideran que ser mujer equivale a un renacimiento inferior y menos favorable?

Y unos fragmentos del capítulo de El poder de la dakini dedicado a Ven. Karma Lekshe Tsomo (Ediciones Chabsel, 2015):

Las monjas tibetanas siguen siendo novicias toda su vida en la actualidad. «Existe una gran resistencia por parte de algunos monjes», dice suspirando Karma Lekshe Tsomo. Los monjes decanos tendrían que alcanzar un acuerdo unánime para dar un modelo de ordenación bhikshuni. «Hay que tener paciencia», dice, confiando en que las cosas lleguen a igualarse algún día. «Al final, esto es como una ola gigantesca que no se puede parar. A los monjes más les vale subirse a ella. De lo contrario, caerán en el lado negativo de la Historia». Las mujeres no solo no pueden aspirar a la ordenación superior, sino que tampoco pueden hacer los exámenes finales de educación superior. «Seis monjas de nuestro convento llevan preparadas unos cuantos años. ¡Y han estudiado tanto…! Pero no les permiten hacer los exámenes de gueshe porque no han acabado los estudios de vinaya (disciplina monástica). Y tampoco les permiten acabar los estudios de vinaya porque no son bhikshunis».

[…] La desigualdad de género causa a la vez una dura diferencia económica. «Los budistas creen en la idea del mérito. Donar a una comunidad de monjes o de monjas con ordenación completa se considera meritorio, y los donantes disfrutan sufragándola pensando que acumulan más mérito». Mantener la totalidad de los preceptos es también meritorio en sí mismo. Esto debe de resultar «duro para el oído occidental», prosigue ella con prudencia, «pero la práctica budista implica deshacerse de las mayores distracciones posibles y ser lo más consciente posible, en el sentido más amplio de la palabra. Tener tantos preceptos te quita problemas», añade mientras ríe. «No te metes en situaciones comprometidas y quedas libre para dedicarte a lo que viniste a hacer aquí».

[…] «La educación es crucial. Incluso como base para la práctica, la educación es importante. Y es indispensable para hacerse profesor. No puedes enseñar lo que no sabes.» Aún sigue habiendo muchas escuelas e institutos budistas que están vedados a las mujeres. Además, las instituciones para mujeres no suelen ser iguales a las de los hombres, porque carecen de un presupuesto holgado y de buenos profesores. «Incluso en Occidente», ha observado Lekshe, «nos cuesta mucho más conseguir donaciones para monjas. He visto a menudo a donantes repartiendo ayudas pararse en su ronda al llegar a las monjas».